En muchas culturas y tradiciones, especialmente en las más rurales, existen prácticas que parecen, a simple vista, algo extravagantes o sin mucho sentido. A veces, se nos presentan cosas como limpias con huevo, amuletos de protección o rituales antiguos, y fácilmente podemos pensar que son “mamadas de rancho”, sin fundamento ni lógica en el mundo moderno. Pero, ¿qué pasa si nos detenemos a pensar por un momento más allá de nuestra visión crítica?

Es cierto, muchas de estas creencias no tienen evidencia científica que las respalde. No hay pruebas de que una limpia con huevo elimine las malas energías, ni de que un amuleto pueda protegernos de la envidia de los demás. Sin embargo, lo que sí es cierto es que para quienes las practican, estas costumbres tienen un significado profundo. Son tradiciones que han pasado de generación en generación, a menudo con la intención de mostrar amor, protección y cuidado por los seres queridos. En algunos casos, más que la efectividad del ritual en sí, lo que importa es la intención detrás de él: el deseo sincero de cuidar, de proteger, de darle paz a alguien a quien se quiere.

A veces, me cuesta ver el desperdicio de un huevo en ciertas tradiciones, como las limpias, porque me parece innecesario. Si bien respeto las creencias y las intenciones de quienes lo hacen, siempre me viene a la mente el valor de los recursos, especialmente cuando he vivido situaciones difíciles y de escasez. Es un alimento simple, pero esencial, que muchos no pueden darse el lujo de desperdiciar. Entiendo que lo que se busca con estas prácticas es protección y amor, pero en ocasiones pienso que hay otras formas de demostrar ese cariño sin recurrir a lo que puede parecer un desperdicio.

Lo mismo ocurre con algunas creencias que aún persisten hoy en día, como las mujeres embarazadas que portan un seguro metálico en sus ropas, bajo la creencia de que protege al bebé o a la madre durante el embarazo. Estas prácticas, aunque en muchos casos se hacen con el deseo de cuidar y proteger, también pueden ser vistas desde una perspectiva más pragmática. Como cualquier tradición, lo que para algunas personas es un acto de fe, para otros puede parecer innecesario o incluso un gasto de recursos que podrían emplearse de otra manera. Y sin embargo, esas mujeres lo hacen por el amor a sus hijos, por la esperanza de que su bebé nazca sano, sin importar la ciencia detrás de la creencia.

Es fácil ser crítico cuando no compartimos una creencia, pero es importante recordar que muchas veces lo que parece ignorancia o superstición es, en realidad, una forma de amor que puede ser difícil de entender desde afuera. En lugar de rechazar de inmediato lo que no comprendemos, es más sabio ser comprensivos. Reconocer que cada quien tiene su propia manera de dar cariño y de cuidar a los demás, basada en su historia, su cultura y sus vivencias.

Entonces, en lugar de descalificar, aprendamos a entender. En lugar de rechazar, abramos la puerta a la comprensión. Al final, esas “mamadas de rancho” tienen un poder que va más allá de lo tangible: el poder de hacernos sentir queridos, de mostrarnos que no estamos solos, de compartir el amor en formas que tal vez no comprendemos del todo, pero que aún así pueden brindarnos paz.