Te busqué en cada rincón vacío,
donde el aire ya no sabe a nada.
Te prometí el mundo

Pero perdí tus movimientos torpes
con mis comportamientos torpes,
que aún guardan la vergüenza de no saberte amar.

Te vi alejarte
y mi alma se quedó buscando excusas,
pero ya nada encaja, ni los días,
ni tu cabello dorado, ni las promesas
que murieron antes de nacer.

Y ahora, cada palabra me duele,
cada silencio se rompe contra mi pecho,
como un eco que nunca alcanzó a ser.
Aún me queda amor,
pero es un amor que duele,
un “lo siento” que nunca llegó a sanar.

Lo tiré todo por miedo,
por cobardía,
por no saber cómo enfrentar la verdad
cuando me enteré del embarazo,
y en lugar de quedarme,
te abandoné,
buscando escapar de lo que no sabía cómo asumir.

¿Sabes qué me queda?
La imagen de ti,
con tu cabello dorado
y esa nariz de albóndiga
que nunca supe cuidar,
ni amar como debía.
Fuimos algo,
pero me perdí en mis propios miedos,
y al final, todo lo deshice
como una magia
que no supe retener.

Ahora soy solo alguien que intenta
vivir con los restos de lo que se rompió,
y aún me duele más que el vacío
que quedó entre nosotros
porque, al final,
nunca te supe tener.

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